Bienvenidos de nuevo a nuestro blog, hoy hemos encontrado un artículo muy interesante del CVC (Instituto Cervantes) que habla acerca de las pésimas condiciones en las que se encuentran los traductores literarios.
Para a aquellos que no sepan qué es el CVC, intentaremos explicároslo a grosso modo. El CVC es una institución creada en 1991, cuyo objetivo es promover, enseñar e informar sobre diferentes asuntos del español (lingüística, traducción, gramática, tipografía, etc.).
Fuente: http://360es.com/es/wp-content/uploads/2015/04/Instituto-Cervantes.jpg ; http://iurismundi.es/2015/09/21/prueba-del-instituto-cervantes-para-nacionalidad-espanola/
Artículo sobre la precariedad de la traducción literaria en España:
En fechas recientes, Alicia Martorell publicaba en El Trujamán un pequeño mosaico de la vida profesional de varios traductores y concluía que, de modo más o menos próspero, se podía vivir de la traducción. Sin embargo, más complicadas se ponen las cosas si hablamos de los traductores que se dedican únicamente a traducir literatura.
Es un hecho unánimemente aceptado que las tarifas de traducción literaria en España son bajas. O muy bajas. Y quien tenga la menor duda puede informarse en algunas fuentes utilísimas: los dos libros blancos sobre la traducción editorial en España, especialmente el último, publicado por el Ministerio de Cultura en 2010 y promovido por ACE Traductores con la ayuda de todas las asociaciones de traductores de libros de España (disponible en la web de ACE Traductores y en la del Ministerio).
Otra es una herramienta singular, CalPro (se puede descargar de la página web de ASETRAD), que permite hacer un cálculo exacto de los ingresos necesarios para subsistir como traductor teniendo en cuenta una serie de variables importantísimas que algunas veces quienes no se dedican a la traducción de manera profesional minusvaloran, especialmente dos de ellas: el tiempo real necesario para traducir bien un texto y los gastos derivados del ejercicio de la profesión (material informático, Seguridad Social o impuestos, por ejemplo). Como bien se ve en la hoja de cálculo, para aumentar los ingresos hasta un mínimo de subsistencia (no digamos «justo», que eso queda ya muy lejos) hay que incrementar las jornadas hasta límites extenuantes. O trabajar a toda prisa y de cualquier modo.
A esta cuestión se suma el otro ingrediente fundamental: la fragilidad del lazo laboral entre el traductor de libros y el editor que lo contrata para traducir una obra. Como es sabido, nada obliga al editor a volver a contratar a un traductor concreto. Porque no le guste su trabajo, no le guste su talante o, simplemente, no tenga nada adecuado para un profesional de sus características.
A este complicado panorama se han sumado en estos últimos años varios factores que acentúan la tendencia a la precarización:
Congelación de las tarifas (incluso disminución decidida de manera unilateral, paradójicamente por parte de algunos grandes grupos editoriales que bien podrían permitirse mejor trato: véase la reciente decisión de Penguin Random House).
Disminución de las tiradas (lo que, en teoría, repercute en lo que la ley de Propiedad Intelectual define como el derecho a recibir una remuneración proporcional de los beneficios de la obra: «Una participación proporcional en los ingresos de la explotación, en la cuantía convenida con el cesionario»). Sin embargo, decimos «en teoría» porque en realidad poco o nada es lo que ingresa el traductor medio por las liquidaciones actuales.
Menor número de títulos traducidos.
Uso abusivo de todo tipo de cesiones a terceros para soslayar las liquidaciones.
Confusa liquidación de las ventas de los libros en formato digital.
Pero no estamos solos: a las características propias del mundo de la traducción editorial en España, se suman otras más generales y propias de la globalización. Como dice el profesor universitario estadounidense y presidente de la Asociación Americana de Sociología, Erik O. Wright, en La Vanguardia del 25 de abril de 2015: «Los fijos vivimos hoy sobre los hombros de los precarios». Y, en nuestra opinión, eso es especialmente acusado en el mundo editorial, que se ha caracterizado siempre por tener un alto porcentaje de colaboradores externos.
Visto este panorama, cabe preguntarse si esta es la mejor situación para el desarrollo de una tarea intelectual de tanta relevancia como la traducción literaria. (...)
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